La Plaza de la Soledad de San Miguel de Allende: centralidad desplazada, permanencias e identidad colectiva

Abstract

La Villa de San Miguel el Grande, sobre el Camino Real de Tierra Adentro, cobró gran relevancia en la Colonia debido a su papel de proveedora para las caravanas que circulaban hacia la ciudad de México, en proveniencia de los minerales del norte del Virreinato. A lo largo de este camino y durante más de 300 años, se fueron intercambiando elementos culturales de una población a otra; así, la prosperidad de pueblos, villas y ciudades ubicadas a lo largo del camino se debe a las grandes utilidades de la actividad minera. La Villa de San Miguel el Grande debía cumplir el papel de ‘ciudad nodriza’ cercana y en ruta para los grandes centros mineros, por lo que su poblamiento fue dispuesto mediante generosos espacios y una arquitectura civil de carácter hacendario. La Plaza de la Soledad se ubicaba en la calle de los Mesones, la cual albergaba un número importante de edificios y servicios que respondían a las necesidades de los viajeros que transitaban por el Camino Real. En efecto, la Plaza de la Soledad fue donde nació el partido original de la traza que configuró la fisonomía urbana de la Villa de San Miguel el Grande; dicha plaza fue diseñada con las características reglamentarias españolas. Ahora bien, el nombre de la Plaza también está impregnado de contenido significativo, ya que comprendía lo que representaba para los nuevos pobladores la nostalgia de la patria, la ausencia de la esposa y de los hijos, por eso buscaron en la devoción a la virgen de la Soledad remedio a su desamparo. Con el paso del tiempo se fueron desplazando las actividades al Jardín Principal. Sin embargo, es importante regresar el valor emblemático del anterior centro urbano, ya que su trascendencia identitaria sigue presente en la memoria colectiva de los sanmiguelenses.